El aprendizaje se puede desarrollar y mejorar... es una conducta aprendida

Adaptado e interpretado para EDÚCATE, por Francisco Nieves, a partir de: 

Boser, Ulrich, Learning Is a Learned Behavior. Here’s How to Get Better at It, 

en Harvard Business Review (2 de mayo, 2018)

 

Resumen: La educación es obligatoria, pero el aprendizaje es opcional. Tú decides si puedes, o no. Los que apostaron por un aprendizaje efectivo no lo hicieron con base en su inteligencia natural. Reflexionaron sobre sus procesos de aprendizaje, organizaron sus metas y pensaron en pensar. Tú también puedes, pues el aprendizaje es una conducta aprendida. 

 

No pocas personas creen equivocadamente que el aprendizaje es una habilidad que depende de la inteligencia y, por consiguiente, es un rasgo inmutable que obedece al esquema genético. Los aprendices nacen, o no; así que, ¿por qué molestarse en mejorar el aprendizaje? Las personas tienden a abordar el aprendizaje sin un enfoque definido; evaden pensar sobre cómo desarrollarlo y dominarlo. Usan expresiones como: “la práctica hace al maestro”, pero no consideran la estrategia de aprendizaje que conlleva. La expresión resulta difícil de entender.

Alrededor de esta frase trillada surgen interrogantes como: ¿practicar significa repetir la misma habilidad una y otra vez y recibir realimentación?, ¿debe ser rigurosa o brindar espacio a la diversión? La investigación creciente establece que los aprendices se hacen, no nacen. El uso deliberado de la práctica, y de estrategias dedicadas a mejorar la habilidad para aprender, conducen a que todos puedan desarrollar la experiencia más rápida y efectivamente. En otras palabras, todos pueden ser mejores aprendices. 

Un estudio, conducido por Marcel Veenman, demuestra cómo las estrategias de aprendizaje pueden ser más importantes quela inteligencia pura cuando se trata de obtener experiencia. Veenman encontró que, cuando se trata de aprender algo nuevo, las personas que dan seguimiento cercano a su proceso de pensamiento superan a otras con altos índices de inteligencia. Su investigación sugiere que, en el proceso de dominar un conocimiento o habilidad, enfocarse en cómo entendemos es más importante que la inteligencia innata. A continuación, tres maneras prácticas, basadas en la investigación, para mejorar las destrezas de aprendizaje. 

Organización de metas. El aprendizaje efectivo a menudo se reduce a un tipo de administración o manejo de proyecto. Para desarrollar un área de experiencia, primero se deben definir metas alcanzables sobre lo que se desea aprender; luego, se elaboran las estrategias para alcanzarlas. Este enfoque fino sobre el aprendizaje ayuda a las personas a enfrentar los sentimientos incómodos asociados con obtener experiencia:¿soy suficientemente bueno?, ¿qué sucederá si estoy equivocado?, ¿habrá algo distinto que debiera estar haciendo? 

Albert Bandura, de la Universidad de Stanford, afirma que las emociones negativas, como la autocrítica, pueden menoscabar la habilidad de aprender algo nuevo. Para un mayor compromiso, procede desarrollar un plan con objetivos claros. La investigación es vasta sobre este tema; los estudios muestran, consistentemente, que las personas con metas claras se desempeñan mejor que aquellas con aspiraciones vagas, como “haz un buen trabajo”. Al establecer dónde se quiere llegar, las personas pueden manejar más fácilmente sus sentimientos y logran progresar en el aprendizaje. 

Pensar en pensar. La metacognición es crucial para el aprendizaje. Los psicólogos la definen como “pensar en pensar”; tener una perspectiva sobre cómo se sabe lo que se sabe. Se trata de que la persona se pregunte: ¿capto la idea y puedo explicarla a un amigo?, ¿cuáles son mis metas?, ¿necesito más conocimiento de respaldo?, ¿necesito practicar más? La metacognición no presenta dificultad para los expertos con entrenamiento; cuando trabajan un tema, piensan bastante sobre cómo se dimensiona. A menudo tienen una buena percepción sobre si sus respuestas son, o no, razonables. 

La clave es no considerar el pensar en pensar como exclusivo de los expertos. Cuando se trata de aprendizaje, uno de los grandes problemas es que las personas no se comprometen lo suficiente en procesos de metacognición. No se detienen para preguntarse si están logrando un concepto o una destreza. No se trata de algo que entra por un oído y sale por el otro; más bien, que las personas no se preocupan por adueñarse de un ambiente de aprendizaje, no se esfuerzan en pensar en pensar. 

Reflexionar sobre el aprendizaje. Se da una contradicción en el aprendizaje: para aprender, hay que desaprender. Si se quiere obtener resultados nunca logrados, no se debe hacer lo mismo de siempre; un problema no se resuelve con las mismas condiciones que lo originaron. Cuando las personas discuten, sus mejores argumentos surgirán cuando los interlocutores ya no están juntos. Cuando se lee un manual, la mayor comprensión se tiene cuando ya se han dejado de lado las páginas. 

El aprendizaje se beneficia de la reflexión, pero esta necesita de un momento de calma: escribir un ensayo, en silencio y en un ambiente aislado; cuando las personas hablan con sí mismas al tomar una ducha. Se trata de lograr un silencio cognitivo, un momento de callada introspección, para que las personas deliberen efectivamente. Un ejemplo fascinante de esto, según estudios, es cuando se duerme, profunda o ligeramente, momento en que se organiza el aprendizaje y se reduce la necesidad de practicar.

La noción de silencio cognitivo ayuda a explicar por qué es más difícil obtener destrezas cuando se está bajo estrés, enojado o solitario. No es posible deliberar y reflexionar cuando los sentimientos dominan el cerebro. En situaciones dramáticas, o de alto riesgo, se pueden aprender cosas básicas como un número de teléfono; pero, para entender algo más complejo, la mente necesita estar tranquila.

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