EL LIDERAZGO EN LA EMPRESA ÁGIL

 

Preparado para EDÚCATE, por L. Francisco Nieves V.

Enero 2021

Resumen: La empresa ágil se transforma ante cambios abruptos en la forma de hacer el negocio. Para ello, necesita un liderazgo, persona o grupo, que conduzca y facilite el salto hacia procesos, tecnologías y estructuras diferentes. La pandemia covid-19 ha planteado un serio reto; las empresas deben responder con resiliencia, sobrevivir y cambiar, si no desean salir del mercado. El rol del liderazgo es toral en la respuesta dinámica de la cultura organizacional


En este mismo espacio hemos mencionado antes que un liderazgo que conduce y facilita el cambio puede transformar a una empresa y convertirla en ágil. Ese liderazgo, claro está, muestra una serie de bondades y virtudes, reunidas en un conjunto de competencias adecuadas. Regresaremos a esto en esta misma entrega. Por de pronto, ocupémonos en recordar los rasgos diferenciadores que caracterizan a la empresa ágil. Ante una disrupción del entorno, la empresa ágil la aprovecha para reordenarse y crecer; muestra agilidad para acomodar y reinventar estrategias, procesos, personas y tecnologías.

Lo disruptivo, en economía, es aquello que provoca un rompimiento abrupto en el proceso productivo y trae consigo una reforma drástica. La empresa ágil responde mejor a las tendencias disruptivas, algunas de las cuales han sido, durante el año de la pandemia covid-19, factores intervinientes desde el entorno de crisis, uno marcadamente evolutivo. Especial mención merecen, en el contexto de la emergencia sanitaria, las siguientes tendencias disruptivas: tecnologías en extremo innovadoras, rápida digitalización, información que se comparte abiertamente y una pugna por el talento de las personas.

Esto ha provocado crisis en el mercado, en la forma como se hacía el negocio antes de febrero 2020. El entorno de la actividad comercial, en el mundo entero, ha asistido a una escalada en la volatilidad de sus condiciones, marcada por su ambigüedad, complejidad e incertidumbre. La ventaja competitiva de una empresa ágil reside en la dinámica de su cultura organizacional, de aprendizaje rápido y cambio continuo. No muestra una estructura piramidal, pero sí una cada vez más achatada, en la que se privilegia el trabajo en equipo, las redes de colaboración, la toma conjunta de decisiones, el soporte tecnológico…

La interrogante es: ¿puede una empresa transformarse en ágil si carece de un liderazgo idóneo? La respuesta, hasta donde nos dice la experiencia, es claramente… ¡no! Liderazgo transformador y empresa ágil van de la mano, forman parte de una misma realidad; la segunda no existe sin el primero. En otras palabras, la transformación de una empresa tradicional a una ágil no puede, no va a darse, sin el concurso de una persona, o grupo, que la lidere. El cambio, hablando de gestión de este, no se administra; se lidera (J. Kotter, Liderando el cambio, 1995). El proceso necesita de una persona o grupo que lo entienda y valore sus distintas fases.

Establecida la premisa anterior, revisemos ahora el concepto de líder y su ejercicio de liderazgo. Empecemos por decir que es una persona con actitud y mentalidad proactiva; o sea, piensa con optimismo y actúa con entusiasmo, siempre positivamente. Asimismo, no podemos concebir al líder proactivo sin los siguientes tres rasgos diferenciadores en su conducta: a) conoce su historia de vida, sabe quién es y cuál es su propósito en la vida; b) aprende permanentemente en función de cambiar; c) ha roto el paradigma de “yo” y realizado la conversión hacia “nosotros”; en ese sentido, su liderazgo es de servicio: sirve a los demás, no se sirve de ellos.

Todo líder se conoce a sí mismo, sus aciertos y carencias. Se sabe una persona incompleta, constantemente comprometida con el aprendizaje para el cambio. No se cree perfecta; de hecho, acepta las brechas por llenar y se pone a trabajar en ello. A su inteligencia agrega dosis de humildad, lo que lo anima a abandonar su área de comodidad y atreverse a explorar zonas desconocidas, donde está lo nuevo por aprender. En el camino, descubre su razón de ser, su propósito en la vida; el porqué y para qué está en esta vida. Ello se traduce en un norte verdadero, la fuente de su inspiración y pasión. Es esto, precisamente, lo que pone al servicio de los demás.

Esa compresión y enfoque de su liderazgo impulsa al líder a conducir y guiar desde atrás; no busca el protagonismo y, mucho menos, ser reconocido con recompensas. Entiende, sobre todo, que su misión no es crear seguidores, sino nuevos líderes. Por eso, apoya y facilita el desarrollo del talento humano en la organización; permite que otros, al estar listos, den un paso al frente y brillen como él. Para ello, favorece y fomenta una estructura más plana, con lo cual renuncia a la tradicional organización piramidal, de jerarquía rigurosa. Sabe que su principal responsabilidad es la visión de la organización y su gente.

Pues bien… con un líder así, la organización se transforma. Lo hace en respuesta a distorsiones extremas en la forma de hacer el negocio. Eso, justamente, es lo que sucedió en 2020 con la pandemia covid-19… y sigue pasando. Un líder con esas bondades y virtudes, traducidas en conducta y claros logros en desempeño, espera una oportunidad así para reinventarse él mismo, a su equipo de trabajo y a la organización. Los tres niveles en los que un líder modela la conciencia: personal, colectiva e institucional. Facilitar para que la empresa devenga en ágil, sin embargo, no es un proceso atrabiliario, pero sí temerario.



Según John Kotter, el proceso de liderar el cambio empieza por instalar un sentido de urgencia en los tres niveles de modelaje de la conciencia; es decir, todos los involucrados deben percibir su importancia y necesidad, así como que es impostergable. Luego, el líder procede a formar, con colaboradores influyentes, una alianza poderosa y empieza a comunicar la visión: el punto o condición a futuro adonde se desea llegar o en lo que quiere convertirse. Esta debe ser sencilla, pero con potencial para generar pasión. Comunicar la visión debe ser, para el líder, una tarea permanente, en todo momento; sus acciones, más que su discurso lo respaldará.

Seguro que tendrá que enfrentar obstáculos y resistencia de sectores; el cambio siempre los conlleva, es lo normal. Sin embargo, cualquier avance, en la forma de victoria parcial, deberá ser celebrado y aprovechado para consolidar el proceso; debe construir sobre el cambio. No hay razón para esperar el resultado final para declarar el triunfo o la derrota. El proceso de transformación termina – un decir, relativamente – al amarrar e incorporar el cambio al ADN de la entidad, para que sea elemento real y verdadero de la cultura. El apoyo, ejemplo, facilitación y guía del líder es vital para abrazar lo nuevo.

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